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Nunca estar satisfechos

Michael Berg
Octubre 28, 2020
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Al inicio de la porción Lej Lejá, el Creador se revela por completo a Avraham por primera vez. Sin embargo, los kabbalistas enseñan que detrás de esta historia de revelación hay un proceso más profundo por el que pasó Avraham, un proceso que guarda un gran secreto.

Hay una parábola usada en el Midrash por los kabbalistas que explica la revelación de Avraham. Compara a Avraham con una persona que viaja de un lado a otro y de repente ve un hermoso palacio. Él piensa que este hermoso palacio no pudo haberse construido por sí solo; debe haber un constructor o alguien a quien se le haya encargado su construcción. Entonces, la historia nos dice que al pensar que alguien debe ser el dueño de la mansión, el dueño se presenta y le dice: “Soy el dueño”.

De la misma manera, dice que Avraham se preguntaba si había una Fuerza detrás de la creación de este mundo. Y que, debido a esa pregunta, el Creador se reveló ante él y dijo: “Yo soy el Creador de este mundo”.

Los kabbalistas enseñan que Avraham estaba pasando por un proceso espiritual. Quería saber cuál era el verdadero camino espiritual, por eso se fijó en la historia de la humanidad. La historia de la humanidad hasta ese punto no era muy larga, aun así había lecciones por aprender. Vio a la generación del Diluvio, quienes eran personas egoístas y estaban separadas. Se robaban entre sí y se hacían daño. Los vio y supo que ocurrió una gran destrucción; todos murieron. Sabía que ese camino no podía ser el correcto.

Luego pensó en otro momento de la historia de la humanidad llamado dor hapelagá, cuando la humanidad se unió por primera vez con el propósito de compartir. Estaban unidos por el idioma y el deseo. Todos entendían lo que está escrito en La Sabiduría de la Verdad, libro de Rav Áshlag, que lo único que puede permanecer en este mundo es un camino, una comunidad, un mundo construido sobre el Deseo de Compartir. Pero, aun así, está escrito que al Creador tampoco le gustaba ese camino.

Avraham estaba confundido. Pensaba día tras día, semana tras semana, mes tras mes, que aunque estaba claro que la generación del Diluvio no lo hizo bien, no lograba entender lo que la generación llamada dor hapelagá, la generación que estaba separada del mundo, había hecho mal. Ellos entendían todo lo que era correcto. Entendían que todo se trata del Deseo de Compartir, estar unidos, ayudar al prójimo. No obstante, vio que si había una Fuerza en este mundo, esa Fuerza los separó y, por lo tanto, tampoco estaba feliz con ese camino.

¿Qué faltaba? Avraham se preguntó qué quería el Creador; Él no quería separación, pero parecía que tampoco quería unidad. Entonces, el Creador se reveló ante Avraham y, por primera vez en la historia, alguien entendió el secreto que aprenderemos.

El Creador le dijo que la generación llamada dor hapelagá, aquellos que se unieron y entendieron que todo debe tratarse de generosidad y unidad, estaba un 99% en lo correcto. Su deseo era: “Unifiquémonos, vivamos esta vida espiritual para asentarnos, para disfrutar tanto de este mundo físico como del espiritual. Estemos satisfechos”. Sin embargo, cuando el trabajo espiritual está basado en un deseo de satisfacerse con él, sólo se está un 99% en lo correcto. Y el 1% restante nunca llevará al final. Porque, ¿qué es la Luz del Creador? La Luz del Creador es Infinita. Y si estás satisfecho en algún nivel, sea físico o espiritual, no estás conectado.

Ahora bien, esto no significa que no debamos estar felices con lo que tenemos. No significa que no debamos dar gracias por lo que tenemos. Al recibir una gran bendición, ciertamente, podemos estar felices y agradecer por ella. Pero ¿qué tan lejos queremos llegar? ¿Qué tan grande es nuestro deseo?

El problema de la dor hapelagá, tal y como se le revela a Avraham en este Shabat, es que olvidaron la conciencia del Infinito. El deseo en su trabajo espiritual era crear unidad, crear un mundo basado en el Deseo de Compartir, basado en preocuparse por los demás. Todos debemos estar satisfechos, todos debemos tener lo que necesitamos. Pero ¿luego qué? Olvidaron que el propósito de la Creación de este mundo no era que todos estuviésemos satisfechos; el propósito de la Creación de este mundo es que todos tengamos todo de manera Infinita, tanto a nivel físico como en nuestra conciencia, conexión y bendiciones espirituales.

Ese fue su error. Y esa es la conciencia que Avraham consiguió en este Shabat.

En tu caso, ¿ese deseo arde en tu interior? ¿Es eso lo que motiva todo en tu vida? La respuesta que la mayoría de nosotros da es no. Todos tenemos algún grado de: “Está bien, allí es a donde quiero llegar, eso es lo que quiero lograr, esto es lo que quiero tener. Tengo esto, está bien… quiero un poco más”. Pero casi ninguno de nosotros vive en la conciencia del Mundo Infinito.

Y si no vivimos en esa conciencia, no estamos conectados con el Mundo Infinito. Por lo tanto, aunque la generación llamada dor hapelaga estaba un 99% en lo correcto —era espiritual, estaba conectada, hacía el trabajo espiritual, su deseo era compartir y construir un mundo basado en el Deseo de Compartir—, olvidó una cosa: se trata del Mundo Infinito. Se trata de un deseo Infinito, una manifestación Infinita. Allí fue donde cayeron. Pero Avraham no cayó en ese aspecto porque sabía que siempre debe haber más.

Ciertamente, el camino de la generación del Diluvio era errado. El egoísmo no es el camino, pero simplemente crear una estructura física y espiritual cómoda tampoco lo es. Hay que estar conectado a una constante conciencia del Mundo Infinito, eso significa que sin importar lo que estemos creando debe estar basado en la eternidad, en el hecho de que siempre hay más: más conciencia, más conexión, más entendimiento, más bendiciones.

Avraham sabía que en comparación con la sabiduría que él entendía, la sabiduría que el Creador aún podía darle, la sabiduría Infinita, era mucho más. Avraham sabía claramente que lo que él creía que entendía, en comparación con el conocimiento Infinito, no era nada. Y debido a eso, tenemos ese regalo en este Shabat: nunca estar satisfechos.

No estamos conectados con la conciencia del Mundo Infinito. Así pues, no tenemos la vasija para las verdaderas bendiciones. Avraham, en cada segundo de su vida, deseó el entendimiento, la conexión y las bendiciones más profundas porque sabía que existían. Uno de los más grandes regalos de este Shabat es uno que va más allá de donde está la mayoría de nosotros: pedir tener la conciencia constante para ser capaces de comprender que todo lo que tenemos y entendemos, comparado con las bendiciones Infinitas y el Mundo Infinito, no es nada. Por lo tanto, deseamos una verdadera conexión con el Mundo Infinito, y cuando llegue la mayor de las bendiciones, no nos sentiremos satisfechos porque sabemos que hay una bendición más grande en el Mundo Infinito.


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