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¡No albergues el síndrome del impostor!

Monica Berg
Agosto 14, 2023
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A lo largo de mi camino con el Centro de Kabbalah, he tenido el privilegio de conectarme con personas de todas partes del mundo y de todas las profesiones imaginables. He conocido a personas seguras de sí mismas y plenas que viven al máximo sin tener trabajos deslumbrantes ni casas lujosas. He conocido a otras que a primera vista parecen tenerlo todo, pero que sufren de ansiedad e inseguridad. Curiosamente, a veces las personas con más éxito (según los parámetros del mundo) son, de hecho, las que menos saben por qué o cómo han obtenido lo que tienen. Podrían sentir que no merecen su éxito o pueden creer que han estafado a otros para llegar donde están. Incluso podrían creer que están engañando a todo el mundo a su alrededor y que, en cualquier momento, alguien destruirá la fachada y quedarán expuestas como (¡horror!) personas. simples. ordinarias.

Y eso, amigos míos, es el síndrome del impostor.

La idea fue presentada por primera vez en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes cuando publicaron su artículo “El fenómeno del impostor en mujeres exitosas” en una revista de psicoterapia. En él, compartían una investigación que mostraba lo comunes que eran los sentimientos de insuficiencia y duda entre las mujeres exitosas, a pesar de sus logros. Desde un punto de vista de la evolución social, esto no es sorprendente. 

Sin embargo, el síndrome del impostor no es tan solo un factor de la época. Tampoco está relegado a las mujeres o a los valores atípicos que pueden tener presiones externas que lleven a este sentimiento de insuficiencia. Si somos sinceros, la mayoría de nosotros hemos experimentado algo parecido a este fenómeno en algún momento de nuestra vida. 

Es lógico que nos reprendamos a nosotros mismos cuando las cosas se complican (aunque esto dista de ser productivo ni está justificado, ya que los errores siempre nos ayudan a crecer). Pero también es interesante observar esa tendencia a hablar negativamente de uno mismo también cuando las cosas marchan bien. Esos pensamientos degradantes pueden llegar y decirnos que “tuvimos suerte” cuando conseguimos ese ascenso, y que no lo obtuvimos debido a nuestras habilidades y ética de trabajo.

Muchos famosos han expresado versiones similares de estos mismos sentimientos. En una entrevista con la Radio Pública Nacional de EE. UU., Tom Hanks, actor ganador del Óscar, dijo que a veces se preguntaba: “¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Cuándo descubrirán que, en realidad, soy un fraude y me arrebatarán todo?”. Asimismo, Cheryl Sandberg, filántropa y exdirectora de operaciones de Meta (originalmente Facebook), escribió: “Cada vez que no me ponía en ridículo —o incluso sobresalía—, creía que había vuelto a engañar a todo el mundo. Un día no muy lejano, se acabaría el teatro”. 

¿De dónde proviene este pensamiento? ¿Y cómo nos enfrentamos al secuestrador de nuestra confianza y autoestima cuando aparezca? Según Michele Molitor, autora de Breakthrough Healing ["Sanación reveladora"] y experta en el síndrome del impostor, la respuesta es complicada. El síndrome del impostor puede deberse a diversas circunstancias de la vida. Ella dice que, a menudo, tiene su origen en nuestro entorno inicial. Explica cómo, si de niño te enfrentaste a la negatividad o a la crítica, “eso queda integrado en tu programación subconsciente”. Como resultado, puede tener sentimientos profundamente arraigados del estilo: “No soy suficientemente bueno. No soy digno… No merezco esto, aquello o lo otro…”. Otros factores pueden ser relaciones o trabajos que no hayan tenido éxito, sentimientos de falta de pertenencia o presiones sociales. Superar estas cosas no es fácil, pero saber que existen es un buen punto de partida. Y, en definitiva, ¡la mejor forma de superarlas es mediante el esfuerzo y la acción conscientes!

Molitor también detalla las muchas “máscaras” que la gente usa para ocultar, en lugar de afrontar, el síndrome del impostor. Tal vez nos volvamos perfeccionistas para que nos perciban como suficientemente buenas. O nos hagamos pasar por supermujeres y trabajemos 80 horas a la semana para demostrar que, aunque estemos exhaustas, SÍ somos valiosas. O quizá actuemos como sabelotodos porque, “si lo sé todo, ¡entonces parecerá de verdad soy inteligente!”, y así sucesivamente. 

El asunto es que, tal y como enseña la Kabbalah, no estamos aquí para ser los más listos. O para trabajar hasta el agotamiento. O para ser la persona más perfecta posible. Estamos aquí para ser nosotros mismos, y no solo “ligeramente”, ¡sino para vivir en la plenitud de nuestro ser más realizado, brillante y apasionado!

No tenemos por qué adoptar las etiquetas que otros nos han fijado, ni siquiera las que nos ponemos nosotros mismos. Viniendo de una familia en la que soy una de tres hermanas, sé demasiado bien cómo las etiquetas pueden enredar las identidades, del tipo: “Ella es la bonita… y ahí está la lista… y aquella es la alborotadora”. Y también somos culpables cuando nos aventuramos a poner etiquetas a la gente que conocemos. Pensamos: Ella es la jefa… debe tener las cosas muy claras. O: Él es el conserje… sin tener ni idea de su pericia musical. Esto alimenta la idea de que las etiquetas nos definen. Y nos excusa para también aferrarnos a las que nos hemos puesto nosotros mismos.

Entonces, ¿cómo combatimos el síndrome del impostor? He aquí algunos puntos para comenzar:

1) Elimina las etiquetas de ti mismo y de los demás. Eso le devuelve el poder a cada persona en el momento presente. Somos personas completas, multifacéticas. Recuérdalo… y créelo. 

2) Dedica tiempo a explorar lo que de verdad te importa. En lugar de buscar aprobación externa o enfocarte en las voces críticas del pasado, escucha tu propia voz interior. Medita. Da una caminata larga. ¿Qué es auténtico e importante para ti AHORA? Escribe las creencias que QUIERES tener para ti. ¡Permite que tus respuestas creen una nueva voz que se repita en tu mente!

3) Emprende ACCIONES. Emprende acciones hoy y emprende más acciones mañana. ¡Rompe con esas cadenas autoimpuestas y ATRÉVETE a ir tras las cosas que de verdad quieres en la vida! No te limites a dar un paso, ¡sobrepásate! No te muevas solo un poco; muévete mucho… y muévete hacia esos sueños.

4) Más que nada, nunca subestimes tu propio poder para crecer, transformarte y obtenerlo. Si puedes pensarlo, ¡PUEDES crearlo!

Porque NUNCA eres un impostor cuando se trata de ser tú mismo. Por lo tanto, cualquier vida que crees desde la completitud de TU SER será totalmente tuya… ¡y totalmente verdadera! 

¿Y adivina qué? Te la has ganado.


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