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Shavuot: De los muchos al único

Monica Berg
Junio 6, 2022
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En los últimos 60 segundos, tu cuerpo ha pasado por innumerables transformaciones. Tu cerebro ha recibido millones de bits de información visual, que están siendo procesados (junto con otras percepciones sensoriales) a través de innumerables mecanismos neuronales. Tu corazón ha bombeado unas 80 veces (una cifra promedio en reposo), enviando 6 litros a través de una compleja red de vasos sanguíneos para repartir nutrientes y oxígeno por los más de 37 mil millones de células de tu cuerpo. Mientras tanto, tus pulmones han procesado entre 7 y 8 litros de aire, y tus sistemas digestivo y endocrino, junto con otros, han realizado millones de intercambios invisibles… ¡todo para mantener tu existencia!

Y si bien muchas de estas funciones son involuntarias, o autonómicas, la ruptura de tan solo una de ellas podría causar un colapso de todo el sistema.

Este es un ejemplo de unión a pequeña escala. Pero en Shavuot (el 6 y 7 de Siván) y los días que lo rodean, el mundo de la ilusión y la separación da paso a la unión más grandiosa de todas. Porque en esta fecha, hace más de 3400 años, la Luz del Creador se reveló por completo a todas las naciones en todos los idiomas, dando paso a lo que Rav Berg llamó el regalo de todos los secretos del universo. Este fue el amanecer de la conciencia de unión, o Tsélem (que se traduce aproximadamente como “a imagen del Creador”).

Acceder a esta conciencia de Tsélem nos eleva más allá de la intelectualización o la imaginación de nuestra conexión con la Luz. En su lugar, la sentimos… la conocemos… NOS CONVERTIMOS en ella. Nos damos cuenta de que no somos simplemente una sombra o un instrumento del Creador; ¡SOMOS el Creador!

Einstein, Hawking y muchos otros dedicaron años de sus vidas a la búsqueda de una teoría unificada, o una teoría del todo (presentada en la película con el mismo nombre). No obstante, la Kabbalah enseña que hay completitud y totalidad en la Luz del Creador. De hecho, nosotros mismos somos seres llenos de luz, hasta en nuestro ADN. Estudios recientes en biofotónica han demostrado que toda criatura viva emite un nivel bajo de luz visible, que va desde unos pocos fotones hasta 1000 o más fotones por centímetro cuadrado de tejido vivo. Así que cuando alguien te dice que “brilles”, ¡puede que lo diga literalmente!

Reconocer nuestra Luz interior nos ayuda a darnos cuenta del poder de recibir no solo para mí mismo, sino para compartirlo también con los demás. Porque aunque una vela en una mesa puede iluminar una habitación pequeña, ¡una vela que enciende otras velas tiene el potencial de iluminar infinitamente! Tal y como enseña la Kabbalah, así es como nos volvemos inmortales: haciendo un trabajo que viva mucho después de nosotros.

Hay lugares a donde la vida nos llama, donde la unión ha dado paso a la separación, la tristeza y el desaliento. A menudo, las tragedias ocurren cuando la completitud ha sido ignorada, escondida u olvidada. Sin embargo, cada uno de nosotros tiene una mezcla única de pasiones, talentos, habilidades y oportunidades a través de las cuales nuestra Luz puede ayudar a iluminar los lugares oscuros del mundo. ¡Para iluminarlos de una manera que solo nosotros podemos.!

Esta semana, recuerda que el Creador no está “ahí fuera”, sino dentro de TI.

¿Dónde están las velas en el mundo que están pidiendo TU tipo de luz?

Cuanto más nos conectamos con la fuente, más comprendemos lo inextricablemente vinculados que estamos unos a otros, a toda la vida y a todo el cosmos. Nuestro papel no es ni más ni menos importante que el de cualquier otra persona. Respiramos el mismo aire, observamos las mismas estrellas y bebemos la misma agua de las mismas lluvias que han caído sobre todas las grandes personas que han vivido o vivirán. En otras palabras, ¡TÚ tienes todo el poder que necesitas para lograr, sanar o crear cualquier cosa que imagines!

Porque durante este tiempo de Shavuot, es como si todos siguiésemos de pie en el Monte Sinaí hace miles de años, siendo testigos de un resplandor lo suficientemente brillante como para encender un millón de velas, empezando por la nuestra.

 


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