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Compartir a través del amor incondicional

Centro de Kabbalah
Octubre 27, 2015
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¿A quién amas de forma incondicional?

Si te hicieran la pregunta anterior, puede que pienses inmediatamente en aquellas personas cercanas a ti, quizás tus padres, tus abuelos, tu pareja, tus hijos o tu mejor amigo. Estas son las personas que nos dan la mano cuando necesitamos ayuda, nos consuelan cuando caemos y nos dan ánimos en todo lo que emprendamos. Ellos conforman nuestra comunidad, nuestra familia y nuestro sistema de apoyo. Ciertamente no tendríamos éxito en la vida sin la conexión humana.

El Centro de Kabbalah enseña que debemos compartir con otros para construir relaciones fuertes y mostrar amor incondicional. La mayoría de nosotros podemos estar de acuerdo con esto, pero cuando echamos un vistazo con mayor sinceridad a nuestras acciones (especialmente hacia quienes están en nuestro círculo más íntimo), ¿cuántas acciones de compartir estamos llevando a cabo realmente?

Es parte de la naturaleza humana el deseo de recibir para nuestro propio beneficio. Este deseo puede complicar las relaciones y hace que seamos egoístas y desagradables. Por lo general, esto surge a partir de una sensación de carencia en nuestra vida; erróneamente creemos que quienes amamos pueden llenarnos y hacer que nos sintamos completos. Siempre necesitaremos amor, pero no lo recibiremos en una forma que nos dé plenitud hasta que aprendamos primero a compartir.

En lugar de un flujo constante de dar y recibir mutuamente, tendemos a enfocarnos en recibir, tratamos de convencer a otras personas para que nos amen o evitamos amar para protegernos de resultar heridos. Sofocamos a la otra persona, sentimos celos, exigimos o nos volvemos paranoicos. Michael Berg dice: “La mayoría de nosotros inyectamos una gran parte de egoísmo, de Deseo de Recibir para Sí Mismo, en nuestras relaciones, incluso con las personas que más amamos. Sin importar cuán puro sea nuestro amor hacia otra persona, si existe egoísmo adherido a nuestro amor, la relación está destinada a terminar”.

Uno de nuestros propósitos principales en esta vida es transformar esa tendencia en un Deseo de Recibir para Compartir con los demás, ¡una tarea que puede tomar toda una vida!

Debemos darnos cuenta de que nadie puede hacer que nos sintamos completos. La verdadera plenitud viene a partir de nuestra conexión con la Luz a través de acciones dadoras. Hasta que entendamos esto, nuestro ego seguirá creciendo, evitando que veamos la Luz que irradia desde el centro de nuestro ser, una Luz que estamos destinados a compartir.

A medida que comenzamos el proceso de transformar nuestro deseo, comenzamos a amar de verdad. El amor incondicional significa sacarte a ti mismo de la ecuación y dar amor sin ninguna expectativa o esperanza de recibir algo a cambio. Se trata de un intercambio desinteresado entre dos personas. El amor real significa que cada persona desempeña el papel de dador y receptor, independientemente de si se trata de una relación entre padres e hijos, marido y mujer, o dos amigos. Sin un continuo dar y recibir, no hay espacio para el amor.

Las relaciones que están basadas en la interacción de los egos crean separación. Cuando esto ocurre nos sentimos desconectados, desvalorizados y sin amor. Nos sentimos inseguros y comenzamos a actuar de manera egoísta para intentar sentirnos amados nuevamente. En lugar de intentar sacar el amor de la otra persona desesperadamente, intenta compartir tu propia Luz. Karen Berg dice: “Estamos aquí para aprender a dar a nuestros seres queridos la energía que les permita sentir que siempre serán parte de nosotros; incluso cuando estén de mal humor, molestos, dolidos, o aun cuando actúen como niños en vez de adultos. Este es el regalo del amor incondicional, y la única forma de recibir tal regalo es cuando somos capaces de darlo. Este es el tipo de amor que el Creador siente por nosotros”.

Cada uno de nosotros merece amar y ser amado incondicionalmente, pero el amor real no se trata de satisfacer nuestras necesidades personales; se trata acerca de reconocer el bien en el alma de otra persona y ayudar a que esta lo vea también. Cuando nos deshacemos de la necesidad de satisfacer nuestro ego, podemos compartir desinteresadamente y sentir la totalidad y la alegría del amor incondicional.


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