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“¡Deja ir mi ego!”

Monica Berg
Abril 10, 2023
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En la historia de Pésaj (Pascua), Moshé fue repetidamente ante el faraón, implorándole “¡Deja ir a mi pueblo!”. Pero el faraón se negó… eso hasta que su hijo se convirtió en víctima de su propio decreto malvado contra los israelitas. Solo entonces, en ese estado de gran angustia, el faraón dejó a un lado su ego y accedió a conceder la libertad a quienes fueron esclavos durante generaciones.

Cuando la historia se cuenta en séders de todo el mundo, siempre se narra en segunda persona. El éxodo de Egipto no les sucedió a “ellos”; más bien, te pasó a TI. Me pasó a mí. Esos grilletes, pozos de barro y piedras pesadas eran cargas que todos compartíamos… Y desde una perspectiva kabbalística, todavía pueden oprimirnos, incluso hoy en día.

Sin embargo, es probable que los grilletes que usamos ahora no estén hechos de metal y cadenas. Son del tipo invisible que nos hemos impuesto a nosotros mismos, y a menudo en nombre del “Ego”.

El ego es el sigilo mismo. También es excelente cambiando de forma. A veces aparece como celos, chismes, aversión o prejuicio. En otras ocasiones, puede manifestarse como actitud defensiva, egoísmo u orgullo. Pero no tiene por qué subyugarnos para siempre. Tal y como dice mi esposo, Michael Berg, sobre el poder de Pésaj: “Podemos y debemos dejar este día como una persona completamente diferente”. Tenemos el poder de transformarnos a nosotros mismos, y todo comienza con una comprensión clara de lo que nos ha mantenido sometidos durante tanto tiempo.

Ryan Holiday, autor de El ego es el enemigo, explica que el ego difiere de una autopercepción positiva. La versión sana es la seguridad en uno mismo. El sentido inflado del yo, que se desvía hacia la indulgencia y aborrece cualquier desafío, no es tan sana. Holiday dice: “El ego es robado. La seguridad se gana. El ego se autoproclama; su presunción es artificio”.

En otras palabras, cuando nos dejamos llevar por el ego, perdemos nuestra autenticidad. Perdemos el contacto con quiénes somos y dónde encajamos en el panorama más amplio. Mitigamos nuestro propio desarrollo, ya que el ego nos dice que ya lo hemos logrado. A fin de cuentas, si alguien cree que lo sabe todo, ¿por qué debería seguir aprendiendo? Y así, detiene el proceso de crecimiento por completo.

Al entrar en esta ventana cósmica sagrada, somos llamados a explorar y exponer esos lugares ásperos donde el ego se ha asentado en nuestro interior. ¿Hay áreas en tu vida en las que sueles ser testarudo y no estás dispuesto a negociar? ¿Has tratado a los demás sin el respeto que merecen, independientemente de su posición social, estado laboral, apariencia o situación? Ahora es el momento de salir de la negación. En todo caso, es un momento oportuno para hacer un cambio consciente en la forma en que nos vemos a nosotros mismos y al mundo.

En Pésaj, renunciamos a los alimentos con levadura, como el pan, y en su lugar comemos los alimentos más humildes y sin levadura, como la matzá. Del mismo modo, se nos anima a desinflar nuestro sentido de la grandiosidad y darnos cuenta de que ninguno de nosotros es el centro del mundo, y mucho menos del universo. 

Desde luego, la condición humana (y la ilusión de la separación en general) nos engaña para que pensemos lo contrario. Dado que estamos atrapados dentro de nosotros mismos todo el día, todos los días, la creencia de que yo soy el centro del universo tiene mucho sentido. No obstante, hay cerca de OCHO MIL MILLONES de personas en el mundo que también se consideran como el eje central de todas las experiencias. Eso hace que haya muchos reyes y reinas del mundo, ¿cierto?

Y si miramos un poco hacia afuera, nos damos cuenta de que todas las demás criaturas de este planeta también tienen un punto de vista similar y ensimismado. Incluso una hormiga cree (conscientemente o no) que es la criatura más importante del planeta. Tal y como observó Carl Sagan, en esencia somos seres microscópicos que viven en una diminuta “mota de polvo suspendida en un rayo de sol”. Sin embargo, no todo es sombrío. Neil deGrasse Tyson escribió: “Cuando miro hacia arriba en el universo, sé que soy pequeño, pero también soy grande. Soy grande porque estoy conectado con el universo y el universo está conectado conmigo”. 

La Kabbalah y la ciencia están de acuerdo: todos estamos conectados.

La festividad de Pésaj trae un influjo de Luz celestial tan poderosa que tiene la capacidad de eliminar toda la negatividad para aquellos que están dispuestos a separarse de ella. En la historia bíblica, los israelitas recién liberados eran perseguidos para ser capturados por el ejército de un faraón enfurecido. Cuando llegaron al Mar Rojo, sabían que estaban acorralados. Así que le pidieron al Creador que los ayudara. Sin embargo, la Kabbalah enseña que no fue la intervención divina la que dividió el mar para ellos. En cambio, la creencia colectiva de que podía suceder fue lo que destrozó todo el ego e hizo posibles los milagros. El deseo compartido de prevalecer como pueblo se convirtió en un canal para que la Luz brillara en las necesidades del momento. En ese instante, no había “yo”, solo “nosotros”.

Así que, en este Pésaj, mi esperanza es que todos enfrentemos dónde y cómo nuestros propios grilletes nos han limitado… y, a partir de ahí, finalmente decir: “¡Deja ir a mi ego!”.

Sin el manto del ego cubriendo nuestra visión, cada uno de nosotros puede liberar su máximo potencial. Cuando cambiamos el Deseo de Recibir para Sí Mismo a uno de traer Luz a los demás, nos abrimos al influjo de esa Luz superior. Aprendemos más… nos conectamos más… creamos más. Crecemos más.

Recuerda: TÚ eres vasto y eterno. Al mismo tiempo, ¡eres un jugador único con un propósito especial que solo tú puedes aportar a esta experiencia de vida compartida! Olvídate de lo que piensen los demás; los estándares externos no siempre fomentan la originalidad. Porque cuando piensas y actúas desde tu propia y simple verdad por encima de todo, las aguas ante ti se abrirán… y encontrarás un nuevo tipo de libertad.


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