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Conectar con Moshé

Karen Berg
Febrero 25, 2015
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Esta noche es el aniversario de la muerte de Moshé, el gran líder de los israelitas, que se dice que alcanzó un nivel espiritual tan alto que era mitad hombre, mitad ángel. Lo que puede que no sepas es que cuando Dios originalmente le dijo a Moshé que iba a ser el líder de los israelitas, Moshé se resistió, no porque no quisiera asumir la responsabilidad, sino porque él honestamente creía que no era alguien especial. Sin embargo, era precisamente debido a su humildad que Dios colocó a Moshé en esa posición.

Los kabbalistas explican que el día en el que una persona justa deja este mundo, toda su energía está disponible para que todos nosotros nos conectemos con ella. Esta noche es el comienzo de nuestra oportunidad para conectarnos con Moshé, una oportunidad que continuará mañana durante todo el día. Ahora, puede que estés pensando: ¿Conectarme con Moshé? Pero si él es un alma tan elevada; ¡él habló directamente con Dios! ¿Cómo podemos conectarnos con la energía de una fuente tan pura y elevada?

Permíteme compartir una historia que puede ayudar. Es un poco más larga de lo que usualmente comparto, pero es muy buena así que espero que la disfruten:

Hace cientos de años, había un grupo de personas sin hogar que se juntaron, eran simplemente “Don Nadies”, que no tenían hogar ni dinero y que iban de aldea en aldea tratando de recaudar algo de dinero para que al menos pudieran comprar pan para comer. En un punto, se les presentó una situación muy dura. No habían comido nada sustancial durante semanas y estaban hambrientos, de hecho se estaban muriendo de hambre.

Mientras estaban sentados en el bosque intentando idear un plan, de repente su líder dijo: “Tengo una idea: saben que hay muchas personas justas como el Baal Shem Tov y sus estudiantes, que viajan de pueblo en pueblo y enseñan. Y cuando entran en un pueblo, los pobladores se emocionan y sin dudar les abren las puertas de sus hogares y les dan alimento a estos hombres santos. Mi idea es la siguiente: Entramos al río, lavamos la ropa y nos bañamos, y luego vamos al pueblo más cercano y actuamos como si fuéramos estas almas justas. Con suerte, habrá alguien que creerá esta mentira y nos llevará a su casa y nos dará de comer”.

Se vieron unos a otros y contemplaron esta disparatada idea. Y cuando llegó el momento de decidir, todos estuvieron de acuerdo. Después de todo, ¿qué tenían que perder? Así que todos fueron al río y se bañaron, mientras que dos de los hombres fueron al pueblo a tocar las puertas y a alertarles a las personas que una gran alma justa estaba en camino. No tomó mucho tiempo para que la noticia se corriera, así que para el momento en el que el “alma justa” llegó, el hombre más adinerado de la aldea invitó a comer a todo el grupo a su hogar.

¡Los mendigos se sacaron el premio gordo! Todos se sentaron a la mesa y comieron como si nunca lo hubieran hecho antes. Todo estaba yendo de maravilla.

Hacia el final de la comida, el hombre adinerado se dirigió a la supuesta “alma justa” y le dijo: “Debo decirle la verdad, maestro. La razón por la que lo invité a mi hogar no era sólo para compartir con usted. También tengo que pedirle algo. Mi hija ha estado muy enferma durante mucho tiempo, y los doctores prácticamente han perdido la esperanza. Cuando escuché que usted venía a nuestro pueblo, pensé que quizás podría ayudar. Quizás usted pueda sanarla; quizás usted pueda traer este milagro a nuestro hogar”.

Al escuchar estas palabras, todos los mendigos se quedaron mudos. Esto no era parte de su plan. Ya te imaginas lo que pensaban: “Dios mío, no sólo somos mentirosos, sino que ahora vamos a quitarle la última esperanza a este hombre”.

No sabían qué hacer, así que por supuesto, se dirigieron al “justo”, su líder, que le dijo al padre: “Vamos a ver a tu hija”. Temblando, el mendigo principal tomó algunos libros de oración a la habitación de la niña y luego le dijo al padre: “Cierra la puerta y déjame aquí para orar”. Un par de horas después, finalmente abrió la puerta y salió, tenía la cara roja y lágrimas corriendo por sus mejillas. Dirigiéndose al padre ansioso le dijo: “Creo que su hija va a estar bien. De hecho, ya se ve mejor. Creo que va a curarse”.

El padre entró a la habitación y vio que era verdad: De hecho su hija se veía mucho mejor de lo que se había visto en mucho tiempo. Parecía estar curada.

Los mendigos se fueron de la ciudad y una vez que estaban en su campamento en el bosque, le dijeron a su líder: “Mira, nosotros te conocemos. ¡Sabemos que no eres un hombre justo! Eres un mendigo sin hogar como el resto de nosotros, así que ¿cómo curaste a esa niña?”.

“Eso es cierto”, dijo el mendigo, “Yo no soy nadie. Soy un mendigo sin hogar y un mentiroso como todos ustedes, pero cuando entré en esa habitación, sentí el amor del padre por su hija y le dije al Creador: “Tú sabes quién soy: no soy nadie, y encima de eso, soy un terrible mentiroso, pero este padre quiere Tu ayuda. Él piensa equivocadamente que yo puedo ser un canal para esa ayuda, así que no lo hagas por mí o a través de mí, sino por el amor de este padre, por favor, te imploro, Señor, que sanes a su hija”. Yo le pedí esto a Dios durante esas dos horas. Y como vieron, el Creador escuchó mi súplica”.

Lo que podemos aprender de esta simple historia es lo siguiente: Sí, todos nosotros hasta cierto grado somos como ese mendigo. Todos tenemos nuestras limitaciones y nuestras fallas. Ninguno de nosotros está al nivel de Moshé. Sin embargo, al mismo tiempo, también cada uno de nosotros tiene una responsabilidad de ser el faro que Dios quiere que seamos a través de nuestro amor, bondad y transformación.

Hoy, con la ayuda de Moshé, que recibamos la fuerza y la energía que necesitamos para superar cualquier ocasión que esté frente a nosotros, porque con el verdadero deseo de conectarnos con el Creador y compartir Su amor en este mundo, todo es posible.


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